Era la madrugada del lunes, una alarma de carro que no dejaba de sonar y gritos indefinidos desde mi ventana me obligaron a asomarme a la calle.
Cualquier otro día, ver a través de mi ventana hacia una calle desierta en la oscuridad hubiera sido algo que preferiría evitar. A la 1:15 am del 9 de enero de 2017, con la cámara en mi mano, mi imaginación solo se concentró en posibles explicaciones, pues eso no parecía un choque.
¿Hubo sobrevivientes? ¿Necesitan mi ayuda? ¿Habrá explosión como las de las películas? ¿A alguien le importará en la mañana?
Sí. No. No. No.
Cualquier otro día, ver a través de mi ventana hacia una calle desierta en la oscuridad hubiera sido algo que preferiría evitar. A la 1:15 am del 9 de enero de 2017, con la cámara en mi mano, mi imaginación solo se concentró en posibles explicaciones, pues eso no parecía un choque.
¿Hubo sobrevivientes? ¿Necesitan mi ayuda? ¿Habrá explosión como las de las películas? ¿A alguien le importará en la mañana?
Sí. No. No. No.










